Después de insistir por un buen tiempo con sanciones, reproches y presión extrema, Estados Unidos comenzó a flexibilizar su política hacia dos de sus mayores antagonistas latinoamericanos: Cuba y Venezuela.
Washington anunció por separado esta semana que aliviaría sus restricciones para viajes y remesas a Cuba, así como para las negociaciones de la principal petrolera estadounidense en Venezuela.
Las medidas son limitadas y están lejos de suponer una normalización de las relaciones de EE.UU. con los gobiernos de ambos países.
Pero sí resulta evidente el giro que la Casa Blanca de Joe Biden busca darle a la estrategia de mano dura diseñada por el anterior presidente Donald Trump para esos países.
Y detrás de este cambio hay varios motivos, según expertos.
Una cumbre polémica
Los anuncios de Washington surgieron mientras el gobierno de Biden se prepara para organizar la novena Cumbre de las Américas el mes que viene en Los Angeles.
La antesala del cónclave está signada por pugnas y un riesgo de boicot de algunos presidentes por la probable exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, países a los que EE.UU. ha sugerido que dejaría fuera por considerarlos autocráticos.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha condicionado su asistencia al encuentro a la participación de esas tres naciones, una postura que también asumió su homólogo boliviano, Luis Arce.
Otros gobiernos latinoamericanos cuyos presidentes prevén asistir a la cumbre, como Argentina, Chile y Honduras, también pidieron que todos los países de la región sean invitados.
EE.UU. ha respondido que aún debe tomar la decisión final sobre los invitados y abrió un diálogo con López Obrador sobre su reclamo.
En el gobierno de Biden niegan que esta polémica por la cumbre tenga alguna relación con los cambios de política hacia Cuba y Venezuela.
«El momento de esto diría que está completamente separado de lo que ha dicho el presidente mexicano respecto a Cuba», sostuvo un alto funcionario del gobierno de EE.UU. al explicar el martes a periodistas el alivio de sanciones a Venezuela.
El funcionario dijo que las medidas, que incluyen una autorización «limitada» a la petrolera estadounidense Chevron para negociar posibles actividades futuras con Venezuela, buscan respaldar un reinicio del diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y sus opositores.
Señaló además que el gobierno de Biden llevaba meses preparando su nueva política hacia Cuba, que autoriza vuelos comerciales a ciudades de la isla más allá de La Habana y suspende el límite de US$1.000 por trimestre a las remesas.
Sin embargo, algunos analistas observan un vinculo claro entre estos cambios y las críticas de la región a la Cumbre de las Américas a celebrarse del 6 al 10 de junio.
«Es una muestra de que la administración Biden no quiere llegar a la cumbre con las manos vacías», dice Cynthia Arnson, directora del programa latinoamericano del Wilson Center, un centro de análisis independiente en Washington, a BBC Mundo.
Y agrega que el objetivo de la Casa Blanca es mostrar diferencias con el gobierno de Trump en las políticas sobre Cuba, Venezuela y la migración, en medio de las dudas sobre los compromisos que se lograrán en la cumbre.
De hecho, muchos anticipaban que Biden aliviaría las restricciones impuestas por Trump a Cuba y Venezuela poco después de asumir en enero de 2020, pero diferentes razones demoraron el cambio.
«El país obvio»
Pese al afloje de las restricciones a Cuba y Venezuela, los analistas consideran improbable que Biden invite finalmente a ambos países al cónclave de Los Angeles.
En esto también pesan razones de política doméstica: la presencia de autoridades de cubanas o venezolanas en EE.UU. provocaría rechazos internos a meses de las elecciones de mitad de período en noviembre.
Los cambios anunciados esta semana por Washington fueron criticados no solo por opositores republicanos, sino también por demócratas como Bob Menéndez, que preside el poderoso comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE.UU.
«Darle a Maduro un puñado de dádivas inmerecidas solo para que su régimen prometa sentarse a negociar es una estrategia destinada al fracaso», sostuvo Menéndez en un comunicado.
El alto funcionario del gobierno de Biden que habló bajo la condición de que su nombre se mantuviera en reserva negó que el permiso a Chevron vaya a derivar en un aumento de ganancias para el gobierno de Maduro, quien sigue bajo sanciones de Washington.
También advirtió que EE.UU. podría aumentar o aliviar más las sanciones a Venezuela en función de lo que ocurra en el diálogo entre el gobierno de Maduro y sus opositores.
Y señaló que el objetivo de Washington es lograr avances hacia elecciones libres y justas en Venezuela, negando que el foco esté en el petróleo.
Pero algunos prevén un mayor rédito para la petrolera estatal venezolana PDVSA luego de este anuncio.
«Tarde o temprano, Chevron explorará petróleo y PDVSA se beneficiará de eso», dice a BBC Brasil Ryan Berg, investigador para América Latina del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), una organización bipartidista en Washington.
Otros creen que EE.UU. ve en Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de crudo en el mundo, una oportunidad para rebajar el precio del petróleo, que se disparó tras la invasión de Rusia a Ucrania en febrero.
En marzo, mientras EE.UU. impulsaba sanciones al petróleo ruso, enviados de Biden viajaron sorpresivamente a Venezuela para conversar reservadamente con Maduro, un aliado de Moscú que dijo estar dispuesto a aumentar la producción petrolera.
Venezuela liberó a dos prisioneros estadounidenses luego de aquel encuentro, que también generó críticas de republicanos y demócratas en Washington.
Ahora cobra fuerza para algunos la idea de que el pulso de Occidente con Rusia también ha movido la política de EE.UU. hacia Venezuela.
«La visita en marzo (a Maduro) fue parte de una mirada global sobre cómo sustituir el petróleo de Rusia al mundo con producción en otros sitios», señala Arnson. «Y en América Latina, el país obvio es Venezuela».