El accidente de hace unos días en Bávaro protagonizado por una guagua turística pone de nuevo en evidencia los excesos de velocidad de los conductores de estos vehículos, un auténtico peligro en carretera.
En un elevadísimo porcentaje estos conductores siempre van a mil, pero especialmente desde cualquier hotel de la zona al aeropuerto (y a la inversa), como si estuvieran compitiendo en un circuito de Fórmula 1.
No respetan no solo las más elementales normas de velocidad sino que también la forma más segura de conducir, adelantando por la derecha, no respetando en muchos casos los semáforos y en otros utilizando carriles indebidos.
Se trata de guaguas de todo tipo y condición, desde privadas a las integradas en grupos turísticos internacionales. Pero todas con una misma característica: el tamaño; o sea, las medianas.
Los casos de accidentes son mínimos por la precaución de los conductores de vehículos más livianos y porque la providencia así lo ha querido. Todo ello en una carretera con un cruce maldito: el de Cap Cana.
Las autoridades deberían actuar de forma urgente implantando un servicio de control de excesos de velocidad y mentalizando a los propietarios de los despropósitos de sus «drivers». Fuertes multas y retiradas de permisos para los infractores, para los que juegan con la vida de los turistas.