Más que un milagro, fue el resultado de un conocimiento y una relación milenaria con la selva. Así explicó a RFI Alex Rufino, indígena de la etnia ticuna y experto en cuidados de la selva, que se hayan rescatado sanos y salvos a los niños indígenas tras permanecer 40 días solos en las entrañas de la Amazonía.
A partir de su experiencia como indígena ticuna, una de las muchas comunidades del departamento del Amazonas, Alex Rufino, profesor sobre la Amazonía en la Universidad Nacional de Colombia, explica a Radio Francia Internacional que los niños contaron con los conocimientos aprendidos de los padres, los abuelos y todo lo que han observado en su corta pero valiosa experiencia de vida.
«Aquí aprendemos desde la observación y también desde las prácticas en cada uno de los espacios a los que acudimos, la chagra, la selva misma, el río. Todas estas actividades reúnen los elementos necesarios para poder vivir en la selva. Y, claro, desde pequeños se nos entregan también unas herramientas desde lo espiritual».
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RFI: Visto con un prisma ajeno y por fuera de la Amazonía, se pensaba que durante estos 40 días los niños estaban bajo las múltiples amenazas que puede constituir la selva en el estereotipo que tenemos quienes no vivimos allí. ¿Usted prefiere pensar que los niños estaban vulnerables pero protegidos por la selva?
Sí, así es. Yo creo que ellos de alguna forma sintieron también esa compañía. Y también sintieron a la mamá. Quizás ella, desde lo espiritual les da la orden de avanzar. En la selva, la gente no pueden estar quieta. La gente se mueve por instinto para buscar alimento y no dejarse afectar por pensamientos de miedo o temor. Al final, todo lo que existe ahí es un elemento que te sirve, te fortalece y te ayuda espiritual, pero también mentalmente, con la idea de que no vas a morir, sino que vas a encontrar las herramientas y que tienes que cuidar tu cuerpo. Y el cuidado del cuerpo exige que conozcas sobre las plantas, las cortezas, las hojas, los mismos caminos, las huellas que van dejando los animales. Toda esta reunión de saberes es lo que al final les ayuda a avanzar y tomar decisiones. Me refiero a la hermana mayor que tiene la responsabilidad de proteger a sus hermanos. Y cada decisión que toma es clave para que ellos puedan resistir durante estos días.
RFI: La hermana mayor tiene apenas 13 años. ¿A esa edad ya se tiene el conocimiento y la relación con la selva suficientes como para saber qué agua no debes tomar o cómo debes tomarla, qué alimento debes consumir y qué alimento no debes consumir porque podría hacerte daño?
En nosotros hay una conexión. Desde el vientre mismo de la mamá estamos aprendiendo qué está comiendo la mamá, en qué momento, dónde está ella. Los 13 años es una edad suficiente en donde el niño ya es capaz de caminar en la selva, ir a recolectar frutas, coger las que necesite, porque tenemos que llevar solo lo necesario. Muchas veces, los niños pueden estar en silencio, pero están aprendiendo todo tan rápido. Por ello, ese acompañamiento de los padres es muy importante.
RFI: ¿Cómo puede hacer un niño para saber qué agua tomar o cómo purificar el agua si no está seguro de que no tiene algún tipo de contaminación que les pueda hacer daño?
Nosotros aprendemos a diferenciar los colores del agua. Por ejemplo, el agua de los humedales en donde están los salados no se puede tomar porque tiene diferentes elementos que le hacen daño al cuerpo, y eso se enseña desde que estás caminando en el espacio de nuestra selva. También se instruye al niño para que recoja ciertas hojas o ciertos elementos que van soltando las plantas que purifican el agua. También se encuentran los riachuelos en donde existe arena o menos hojas en estado de descomposición. Por ser una zona donde llueve bastante, las hojas también acumulan ciertas aguas que se pueden tomar, y hay hojas grandes que tienen la función de acumular agua que es completamente pura. Esa es la que se busca también en caso de que te pierdas o estés en un camino equivocado.
RFI: Dicen los rescatistas que los niños llevaban una pequeña botellita para echar el agua. Es decir, no se está consumiendo agua todo el tiempo, ni en grandes cantidades y, sin embargo, se sobrevive.
Lo que pasa es que si consumes mucha agua también puede afectar tu cuerpo porque ellos estaban caminando mucho y había que medir qué tanto se avanza en el día. Y eso depende también de qué tanto avanzan los animales que sigues o las huellas que sigues, y qué huella sigues o hacia dónde no puedes ir porque los animales huelen, las serpientes peligrosas huelen.
RFI: O sea que no se puede dejar mucha huella física de nuestros olores, porque evidentemente el depredador lo va a olfatear. Pero también parece que los animales son unos aliados para la guía en los alimentos, ¿no?
Sí, claramente los animales y, sobre todo, cuando existen en la zona micos como los monos ardillas, es decir, monos que tienen una alimentación un poco cercana a nosotros, incluso los roedores de esa zona amazónica del país. Se trata de seguir sus pasos porque, finalmente, esos pasos te llevan a un árbol que tiene frutas y ahí es donde uno puede recolectar, puede treparlo y alimentarse. Y los animales grandes tampoco se convierten en peligro porque, si bien es cierto desde afuera se ven a estos como los más peligrosos y que pueden atacar, en nuestro pensamiento y en nuestro sentimiento, son los que más protegen a sus hijos.
RFI: Es decir, que un animal grande, en lugar de una amenaza, es más un protector.
Es un protector frente a todos los demás riesgos y los demás riesgos pueden ser la misma gente que te está buscando. Por eso, en ese tipo de búsquedas, cuando hay conocimiento ancestral y milenario de los pueblos indígenas, siempre se recomienda el acompañamiento espiritual de una persona que conozca el lugar. El proceso también necesita de sanación del lugar. No se puede ir a un lugar como este simplemente diciendo «nos vamos y entramos a esta selva». Antes debe haber un diálogo, un acuerdo con estos espíritus, con estas madres que están ahí, que se pueden ver o no, puede ser un árbol, puede ser el mismo río, pueden ser los animales. Yo creo que esta unión de los saberes de la institucionalidad y los saberes ancestrales hicieron posible el encuentro, aunque no tan rápido, y que los niños pudieran resistir y estar ahí.
RFI: Es decir que fue un acierto que el Ejército hubiera emprendido la búsqueda en conjunto con los líderes o los mayores indígenas que fueron también en la avanzada de esta búsqueda.
Fue un apoyo bastante importante. Yo creo que aquí hay una lección y es que no se debe desconocer nuestros saberes y siempre debe haber ese acompañamiento en cualquier tarea porque, al final, hay una conexión fuerte. Nosotros que somos de la selva, también estamos en un espacio ajeno para nosotros, aún estando en la selva, y por tanto nos toca pedir un permiso, hablar con un «mayor» para que nos guíe y nos proteja. Hay que proteger el cuerpo, aquí se dice que hay hay que curarlo, se dice aquí y eso fue lo que se hizo en esta operación. Se curaron los cuerpos del personal del Ejército. Desde diferentes lugares de la Amazonía, incluso del país, se mandaron estas energías para que trabajaran en conjunto. Me llama mucho la atención que uno de los chicos que participó en la operación hablara del abrazo que se dieron al final cuando encuentran a los niños. Creo que aquí se trata de eso: del abrazo que tiene la misma selva con los que buscaron y con los niños.
RFI: Los rescatistas cuentan que en un momento que se les ensombrece la búsqueda, ellos deciden recurrir al yagé. Y en la segunda ceremonia con yagé funciona. ¿Cómo es esto?
Pues esto funciona porque tiene que haber un diálogo. Y el yagé lo que hace es permitir un viaje y un diálogo con esta gente que está ahí, me refiero a los dueños de ese espacio, para que los niños estén bien. Tal vez, les pidieron a esos espíritus que les dieran agua, comida, el elemento que deberían usar para seguir la búsqueda, para tener energías, para poder encontrarlos y que los caminos se abrieran fue el yagé, esta planta sagrada que se usa en esta zona del país.
RFI: El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha puesto a la selva amazónica en el centro de su política y ha llamado a salvar esa Amazonia donde las poblaciones solo pueden desplazarse por avión y pagando los precios más costosos del país. Esa selva donde la avioneta que llevaba a los niños se cayó no por azar, sino porque estaba en mal estado y ya se había caído, como suelen caer allí las aeronaves de empresas privadas, dejando los pasajeros que transportan calcinados. Así lo han denunciado, ahora que les han dado la palabra, los indígenas voluntarios del equipo de búsqueda de los cuatro pequeños. Alex Rufino, más allá de la emoción que este episodio suscita y que ocupa los titulares del mundo entero, lo que se entrevé es la precariedad, el abandono y el olvido en el que sobreviven ustedes, las comunidades indígenas de la Amazonía colombiana.
Sí, sí, sí, claramente. Creo que esa es una realidad que el gobierno y la institucionalidad conocen. Sin embargo, no ha habido mejorías. Yo que recorro gran parte de ese territorio, conozco las condiciones de precariedad en las que están los aeropuertos, las condiciones de los vuelos, además de los costos y, sobre todo, que es la única opción de salida porque no se pueden navegar los ríos debido a que son distancias muy lejanas. Mas que el cuidado, falta el acompañamiento de la institucionalidad, pues este territorio es bastante complejo, allí confluyen la minería, el conflicto armado, el desplazamiento.
Y a pesar de ser un territorio tan importante para el mundo, tan importante para nosotros, es un territorio que bonito para el discurso político y vende. Pero yo creo que también la gente es importante, la gente que vive ahí toda la vida, nosotros no estamos ahí desde ahora con esta noticia, sino que llevamos muchos años y ahí nos vamos a quedar y ahí nos van a sembrar porque pasamos este momento de la vida y seguiremos ahí siempre. Y ahí están nuestros ancestros. Por eso creo que los discursos tienen que hablar de esos saberes y acompañarlos a las políticas públicas. Ojalá esta sea una gran lección para nosotros como humanos.