Tras realizarse el último out de la finalizada serie final de la pelota dominicana, Gilbert Gómez soltó toda la tensión acumulada como dirigente de los Tigres del Licey y saltó de alegría como un niño para celebrar el campeonato alcanzado.
“Esto es una bendición y de verdad que estoy sin palabras”, expresó Gómez, quien con 31 años de edad se convirtió en el capataz más joven en ganar un título en el béisbol otoño-invernal nacional.
Las emociones no eran para menos, ya que Gilbert tomó las riendas del Licey en un momento crucial en la ronda regular, cuando los azules batallaban por entrar al Round Robin. En ese momento el equipo tenía récord de 21-23 y clasificó con al todos contra todos con 25-25.
“Los muchachos dieron el todo por el todo y no sabes lo agradecido que estoy de este grupo”, señaló el estratega, que sustituyó a José Offerman en la temporada.
Gilbert destacó que en todo momento confió en sus jugadores y en el plan de trabajo que diariamente estableció con su staff de coaches, pese a que se vieron 0-2 en la serie.
“Cuando confías en tu equipo y sabes que puedes lograrlo, la idea es ir pitcheo a pitcheo, turno a turno, momento a momento. Nunca perdimos el norte que teníamos, ganar”.
El Licey llegó a la postemporada en contra de todos los pronósticos de avanzar a la final, sin embargo, la tropa azul supo utilizar esos vaticinios a su favor para motivarse.
“El equipo nunca se rindió y en todo momento sabíamos lo que necesitábamos para lograrlo”, manifestó Gómez.
Por las turbulencias con las que jugaron en el Round Robin y por la superioridad que mostraban las Estrellas para la final, los Tigres nueva vez salieron como los no favoritos y utilizaron todas esas predicciones en contra como motor para levantar su cetro número 24.
“Dios es bueno y cuando Él tiene un propósito no hay nada que pueda en contra. Quizás no éramos los favoritos para los hombres, pero fuimos los favoritos de Dios y su voluntad fue la que se materializó”, comentó el también dirigente del equipo de Port St. Lucie, Clase A, de los Mets de Nueva York con el cual se había desempeñado anteriormente como coach de bateo, coach de banca y asistente.
Como buen caballero se quitó el sombrero ante las Estrellas para reconocer que fue un equipo muy batallador y que le dieron una tremenda serie.