Joseph Cherubin llegó a República Dominicana en 1984. Era un joven de 24 años que había logrado el rango de sargento en el ejército de Haití y trabajaba como enfermero en el hospital militar de la capital, Puerto Príncipe.
Decidió abandonarlo todo y escapar a Santo Domingo para ser fiel a sus principios: no quería continuar en las filas de las fuerzas que permitían la «sangrienta” dictadura de Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier.
Su viaje fue igual de complejo que el de tantos otros haitianos que, por la complicada situación económica y política de su país, han decidido a lo largo de los años cruzar de alguna forma la frontera.
“Deserté de las fuerzas armadas. Salí con un pasaporte falso de Puerto Príncipe a Santo Domingo y de ahí a Nueva York. En EE.UU., por el pasaporte falso, estuve nueve meses preso y me deportaron nuevamente a República Dominicana”, cuenta a BBC Mundo.
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Sin embargo, una vez de vuelta en el país caribeño su vida tomó un curso distinto a la de muchos otros compatriotas.
Los haitianos en Dominicana, que según la más reciente encuesta de migrantes que data de 2017 suponen casi medio millón de personas, trabajan en su mayoría en los sectores de la construcción, la agricultura y de servicios.
Pero Cherubin pudo inscribirse en la universidad, se hizo médico y desde entonces esa es su forma de contribuir al lugar que hoy considera su hogar.
Por muchos años, sin embargo, ejerció a tiempo completo en los bateyes, las comunidades cañeras donde en su mayoría viven y trabajan migrantes haitianos y sus descendientes en condiciones de extrema pobreza desde el régimen de Rafael Leonidas Trujillo.
Y ahora, a sus 61 años, es el director de la ONG Movimiento Sociocultural de Trabajo Humanitario y Ambiental, que lucha por los derechos de los trabajadores haitianos, quienes en muchas ocasiones enfrentan discriminación y racismo y se convierten en chivo expiatorio de los problemas en el país vecino.
Los haitianos -y Haití- “aportan inmensamente a la economía de República Dominicana”, dice Cherubin. Eso se ve al observar la estela de manos haitianas en cada plantación u obra de infraestructura que se construye en República Dominicana.
Por eso, aunque hay poca información disponible y el Ministerio de Economía de Dominicana negó una entrevista con BBC Mundo, en esta nota buscamos analizar la contribución de estos trabajadores en números.
Las exportaciones
Haití y República Dominicana no solo comparten la misma isla y una historia en común, sino que son estrechos socios comerciales.
Aunque la realidad que se vive a cada lado de la frontera es totalmente distinta.
En Haití, el país más pobre de América Latina, dominan desde enero pasado bandas criminales que han tomado el control de grandes zonas del país, incluyendo un 90% de Puerto Príncipe, la capital.
Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, la nación no tiene un gobierno electo, y en la actualidad es administrada por un consejo de nueve personas y un primer ministro que tienen el respaldo de EE.UU. y organizaciones internacionales como la Comunidad del Caribe.
Mientras esto ocurre, en República Dominicana, con un crecimiento económico promedio de 5% anual, el doble de los países de la región, el gobierno del presidente Luis Abinader, reelegido este domingo, ha implantado fuertes restricciones migratorias.
El mandatario llegó a cerrar la frontera por varias semanas y puso en marcha un proceso de deportaciones que muchas organizaciones de derechos humanos consideran al margen de la ley.
Abinader pide incluso la intervención de una fuerza internacional en Haití.
Pero en 2023, Haití fue el socio comercial más importante de República Dominicana, después de EE.UU.
De los casi US$12.000 millones en exportaciones ese año, US$857,2 millones fueron por productos que terminaron en suelo haitiano, reportó ProDominicana, el centro de promoción de exportaciones de la nación caribeña.
Entre los bienes que más se exportaron están la ropa, el algodón y la harina.
Haití, por su parte, solo exportó US$13,5 millones a República Dominicana en 2023, según la Dirección General de Aduanas de este último país.
“Haití es, quizás, uno de los pocos países con los que República Dominicana tiene un intercambio comercial favorable”, dice a BBC Mundo Antonio Ciriaco Cruz, un economista de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Y agrega: “Es un mercado muy relevante para determinados grupos y actividades económicas, como el sector agroindustrial”.
El trabajador haitiano
Es difícil saber a ciencia cierta cuántos trabajadores haitianos han llegado desde que se asentaron los primeros braceros en los cañaverales dominicanos hace casi un siglo.
Y conocer cuántos hay actualmente también es una tarea compleja, afirma Bridget Wooding, directora del Centro para la Observación Migratoria y el Desarrollo Social en el Caribe.
Los censos en el país no registran de forma correcta la información relacionada a los migrantes, en parte porque varias propuestas a través de los años para regularizar su estatus han fallado, añade. Y, opina, la discusión para concretar cualquier esfuerzo relacionado “se ha politizado”.
A eso se suma que en 2013, el Tribunal Constitucional dictaminó de forma controvertida que los dominicanos nacidos en el país de padres indocumentados debían ser despojados de su ciudadanía.
El falló dejó a más de 250.000 dominicanos de origen haitiano sin nacionalidad.
No obstante, existen dos encuestas que toman en cuenta a los migrantes en el país, una realizada en 2012 y otra en 2017.
“Una tercera debió hacerse el año pasado, pero fue postergada”, critica Wooding.
En 2017, la segunda Encuesta Nacional de Inmigrantes registró que la población ocupada de origen extranjero (y sus descendientes) era de 422.055. De ese número, 334.111, es decir, casi el 80% era de ascendencia haitiana.