Las lluvias de esta semana desnudaron de nuevo el mal manejo de los residuos sólidos en la capital y en las provincias del interior más afectadas por la vaguada. Basura obstruyendo los imbornales y basura flotando en riadas, crearon un caos en el tránsito y una vez más se contaron demasiadas familias damnificadas al bajar las aguas.
Y aunque vivamos ya en campaña electoral encendida, la basura no ha sido un tema particularmente atacado por la oposición (o no le importa o no tiene un plan) ni el partido en el gobierno ha defendido con calor sus proyectos actuales para controlar el asunto.
Muchos estudios analizan el impacto del sector hotelero en la generación de residuos sólidos, especialmente de plásticos. Pero no hay tantos que se enfoquen en cómo la basura y su mal manejo afecta al turismo.
Hace apenas tres meses, un grupo de amigos rozando la treintena decide venir de vacaciones a República Dominicana. Viven en México DF y como conocen bien playas caribeñas, vienen con ilusión para recorrer el país buscando algo más que la playa y el sol. Se hospedan en la Ciudad Colonial y la primera impresión es buena. Y divertida. Alquilan un vehículo y salen a recorrer la isla, con Samaná y la costa Este como destinos obligados.
Al regreso muchas buenas experiencias, un montón de anécdotas y dos observaciones: ¡cuántas bancas!, ¡cuánta basura!
La proliferación de las bancas amerita un estudio complejo que empieza por entender la composición del Congreso y la cantidad de legisladores dueños de bancas que han pasado -están actualmente y vendrán después de agosto- para legislar sobre el tema. Muy complicado de explicar a unos turistas que llegan para una semana…
Los jóvenes se asombraron sin ocultar su disgusto ante la basura acumulada en vertederos improvisados y en cualquier esquina de los pueblos y ciudades visitados en su viaje y se sorprenden ante basura desparramada por carreteras, en las playas y en los ríos.
Tenían razón, lamentablemente. Nos hemos acostumbrado y la basura no nos escandaliza. Nos molesta si se sale de control, pero es parte de nuestro paisaje cotidiano, urbano o rural.
Responsabilidad
Los municipios deben, por la Ley 64-00 (artículos 26 y 106), crear sus Unidades de Gestión Ambiental (UGAM) para responsabilizarse del manejo y disposición final de los residuos sólidos. En 2022 había ya 90 municipios con una unidad formada, pero con capacidad y funcionalidad pobre. El sector privado puede levantar planes y estrategias para controlar sus desechos, pero los ayuntamientos son los responsables de los vertederos y de la recogida en sus municipios.
El gobierno de Luis Abinader creó el Fideicomiso Público-Privado de Gestión Integral de Residuos en 2021. La primera etapa se desplegaría entre ese año y el 2023 con un costo de 13,290 millones de pesos. No hay muchas noticias de cómo avanza el proyecto y su página web es más institucional que informativa.
Enfocado en eliminar los botaderos a cielo abierto, el plan presentado por el presidente preveía en 2023 un plazo de cuatro años: la meta es, pues 2027. Paíno Henríquez, su director, explicaba hace ahora un año que los rellenos sanitarios (Dajabón, La Altagracia, Santo Domingo Este y Santiago) operaban ya en “conformidad” con la ley. No ha habido muchos más avances.
Es un problema mundial… con características agravantes locales. Según un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la Universidad Autónoma de Barcelona, «el uso recreativo de las playas mediterráneas durante el verano es responsable de hasta el 80% de la basura marina». Allá funcionaron campañas de conciencización ciudadana y se consiguió una reducción del 50% de residuos asociados a visitantes.
Ni por número de turistas ni por concentración en puntos concretos la situación puede compararse a la del Mediterráneo. Pero es una experiencia por la que otros líderes en turismo han pasado y la pésima gestión de la basura en nuestro país exige urgencia en las decisiones.
Las organizaciones internacionales se fijaron ya hace años en el problema. La Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ), en 2018 ubicó 325 vertederos a nivel nacional. Más que vertederos –describía- eran botaderos ya que carecían de «un adecuado sistema de gestión afectando aire, suelo y agua». En 2023 se anunciaba el cierre de Duquesa, considerado el mayor vertedero a cielo abierto de América Latina.
Para Ecored, las acciones que llevan a cabo sus socios son cruciales, pero no deberán sustituir en ningún caso la responsabilidad pública en el tema.
Desde 2021 el Banco Mundial está haciendo sonar la alarma sobre la producción de residuos. Según sus previsiones, su volumen podría aumentar hasta un 70% a nivel mundial para el año 2050.
El proyecto Transformado el Turismo en acción, del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA), pretende reducir las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el turismo en diez países, entre ellos República Dominicana.
Los proyectos de sostenibilidad del sector hotelero son cada vez más abarcadores y complejos. Y tratan el problema desde su origen, la producción de residuos. Los del sector público se enfocan en arreglar las consecuencias: los vertederos finales. Pero en la cadena, desde la generación, la manipulación y el transporte de los residuos, no hay todavía un municipio con un proyecto integral y que parezca mínimamente sostenible en el tiempo.
Llegan las lluvias y desnudan la realidad.