Punta Cana-Bávaro está inundada de brokers residenciales. Es normal que esta zona del país cuente con una abultada nómina de profesionales dedicados a la venta de parcelas, villas y apartamentos: se trata del primer destino turístico de República Dominicana. Pero lo inusual es que el número de intermediarios no se corresponda con la oferta: es excesivo.
El crecimiento residencial de la citada zona es elevado, casi vertiginoso. De acuerdo con datos de CEPEM (los más fiables por incuestionables) cada mes se dan de alta 600 contadores de luz, entre villas y apartamentos. Los registros de la empresa eléctrica hablan por sí solos y demuestra el enorme desarrollo residencial en La Altagracia.
La expansión de promociones de “real estate “ha venido acompañada de una implosión de vendedores. En Punta Cana-Bávaro los hay de toda clase, de todo tipo y de todos los colores: de grandes multinacionales, de empresas medianas y y de un sinfín de personas que operan en este mundo en paralelo a su principal actividad laboral.
O sea, que hay profesionales de empresas serias y reconocidas, de empresas de tamaño medio que compiten con credibilidad con las grandes y los hay advenedizos sin la más mínima experiencia que venden casas en sus ratos libres. Estos, en cantidad, están casi a la par con los empleados en plomería.
Algunos de estos intermediarios (los más pícaros) operan con páginas webs que no existen, con marcas de empresas no registradas y hasta hay uno de origen haitiano (muy peculiar en el vestir) que trabaja con dos supuestas inversoras norteamericanas que ejercen de gancho para captar clientes para su portafolio de ventas.