El turismo viene siendo desde hace unos años la primera fuente de ingresos del país y pocos ponen en tela de juicio su papel preponderante en la economía. La clase media ha crecido en República Dominicana gracias al sector turístico. No es una opinión, sino un dato objetivo, un hecho real indiscutido.
El empresario Rafael Blanco Canto ha salido en defensa de la industria turística tras la lucha de estos días de los dos principales partidos políticos acerca de los datos aportados por el Gobierno que preside Luis Abinader. Blanco Canto considera conveniente que no se politice una actividad económica tan ejemplar como es la del turismo y que ésta se sitúe por encima de las disputas de partidos.
La razón le asiste al ex presidente de Asonahores y del Conep, uno de los empresarios dominicanos de trayectoria incuestionable. Rafael “Papo” Blanco tiene una cabeza privilegiada y conoce a fondo el sector turístico de RD por haber sido uno de sus impulsores más sobresalientes.
Precisamente por ser un sector preponderante y pujante los políticos se agarran a él para defenderlo o atacarlo en función de sus necesidades. La política está presente en nuestras vidas y el turismo no se va a quedar al margen de los debates de los dos partidos hegemónicos. Hasta en el propio Gobierno hay puntos de vistas opuestos entre sus ministerios.
El Ministerio de Turismo hace propaganda casi a diario de la bonanza del sector, de su incidencia en la economía y en la clase trabajadora. Y el Ministerio de Medio Ambiente, por su parte, cuestiona —si no a menudo si con cierta frecuencia —el estado de las playas y las calidades de determinados destinos (las declaraciones del viceministro sobre el sargazo es el anti Cristo del Mitur).
El PLD está y estará al acecho de cualquier error del ministro Collado y del Gobierno. Eso es consustancial a la política. Lo mismo que el PRM va a seguir usando a su conveniencia las ocupaciones hoteleras, las entradas de turistas y las inversiones. David Collado tiene un protagonismo excesivo en las redes y la oposición lo espera con paciencia, sin prisa pero sin pausa, para atizarle a la más mínima.