José Luis Corripio experimentó la responsabilidad que representa poseer o dirigir un medio de comunicación cuando tuvo bajo su responsabilidad el periódico “Mi Estrella” siendo estudiante de cuarto año de bachillerato en el colegio De la Salle, en 1951.
En esa posición aprendió la manipulación periodística, la diversidad de opiniones, la capacidad para molestar, aunque fuera con la indiferencia, y el dominio para exaltar, aconsejar o inducir a buenas causas y acciones. Puede ser que ahí naciera su vocación por el periodismo y quizá el entusiasmo posterior por invertir en la prensa.
Son presunciones que se deducen del entusiasmo con el que habló del tabloide escolar del cual se responsabilizó, porque no se había despertado aún entre gran parte de sus compañeros el interés por la escritura. Diagramar, imprimir, redactar ese mensuario fue su pasión que le representó responsabilidades y toma de decisiones y, al mismo tiempo, reconocimientos, no solo por el contenido sino además por la capacidad de entusiasmar a sus compañeros.
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En el encuentro con editores y reporteros fundadores del periódico HOY, que este 11 de agosto cumplió 43 años de existencia, Pepín Corripio contó sus experiencias no sólo como editor de “Mi Estrella”, en el que nunca colocó una foto de Trujillo manteniendo totalmente asunte de la política, dedicando la mayor parte del tiempo de la Academia Literaria Cervantes, a visitar las embajadas hispanoamericanas en los aniversarios de sus respectivas Independencias para exponer acerca de sus fechas patrias.
“Casi todo lo que aprendí de literatura fue en aquella época porque la vida no me dejó seguir bregando con las letras, sino con los negocios, me hice periodista, y empezamos”, exclamó pidiendo: “¡Tráeme los periódicos!”. Entonces tomó el primer ejemplar de esa obra de su adolescencia y se explayó refiriendo las experiencias, oportunidades y bregas que representó la posición de director.
Lució sentirse orgulloso de esa labor sobre la que narró detalles y secretos. Contó que el hermano Berchmans Ángel, director superior del colegio y maestro, tenía un carácter “medio agresivo”, imponía castigo a los muchachos, les bajaba la nota. Y resultó que fue condecorado por el Gobierno de Francia “y en represalia periodística a unanimidad pusimos la información en tamaño muy pequeño, en la última página, y no publicamos su nombre en el título”, que solo reza: “Condecorado Hermano Director”.
Los presentes estallaron en risas cuando Pepín confesó: “Yo no sabía las técnicas periodísticas y entonces aprendí que se podía molestar al otro elegantemente.
“Mi estrella se imprimía en El Caribe, en las horas muertas de ese rotativo, con la ayuda de Bernardo Bergés Peña, sin camisa, con pantalones rudimentarios, y la de un técnico apodado “Sinclair” que sostenía una botella llena de leche encima del linotipo para neutralizar la contaminación con el plomo.
Habló del proceso de impresión describiendo galeras, el plomo que se colocaba en pequeñas cajas tiradas por rodillos con tinta y el papel blanco debajo, que salía impreso. Hizo una edición facsimilar del primer número, que obsequió a los presentes.
La Academia Literaria Cervantes, que funcionaba bajo los auspicios del Hermano Jesús, refirió sobre este educador: “Era un gran intelectual y concibió cambiar el pensum a partir del segundo año de bachillerato introduciendo la literatura como materia nueva. Hubo una revolución porque empezó a impartir poesía de los literatos latinoamericanos famosos, como Rubén Darío, José Asunción Silva, y en el curso nuestro ocurrió la disidencia, estábamos en la edad del pavo, empezábamos a tomar el pelo a los profesores y comenzó a salir escrito en el pizarrón de la clase: ¡No queremos poesía!”.
El hermano Jesús no castigó ni hizo referencia a la protesta hasta días después cuando borró la negativa y comentó:
“Es verdad, ¡No queremos poesía! ¡Mi poesía no está hecha para ustedes! No queremos ser águilas que vuelan alto y se elevan por los cielos, sino gallinas que se arrastran y se revuelcan en el estercolero”.
El auditorio estaba cautivado escuchando el énfasis en las evocaciones de Corripio, con “Mi estrella” blandiendo entre sus manos.
Recordó a Manuel Aznar, abuelo de quien muchos años después sería presidente del gobierno español. “Era embajador, de altos vuelos intelectuales. Franco lo había designado porque a Santo Domingo y Argentina enviaba embajadores Clase A. Eran los únicos países con los que España mantenía relaciones diplomáticas”.
Mencionó a Rafael Francisco Bonnelly Battle, reconocido antitrujillista, su condiscípulo, y a su padre, Rafael F. Bonnelly, entonces rector de la Universidad de Santo Domingo, Padrino de Honor de la Academia Literaria Cervantes. Su hijo acompañaba a Pepín en los recorridos por las embajadas.
“Ofrecimos diez o doce conferencias. Hablábamos de la historia del país, de literatura y de la colaboración científica, intelectual, económica y el progreso que había en esos países”, manifestó.
Refirió que “se habló de la obra de Martín Fierro (así terminó llamándose al poeta argentino José Hernández) y recuerdo todavía unos versos de Martín Fierro”, y recitó:
Me paree que lo veo
Con su poncho calamaco
Después de echar un
buen taco
Ansína principiaba a hablar:
Jamás llegués a parar
A donde veas perros flacos…”.
Igualmente evocó frases que quedaron grabadas en mi mente y aludió a la versión de Hamlet por José María Pemán, sobre la cual hicimos estudios y conferencias versadas sobre el ser o no ser, to be or not to be, sobre las cuales recibimos muchas felicitaciones a la Academia Cervantes”.
Miraba el periódico y hacía historias. “Tuvo la característica de que nunca se publicó la fotografía de Trujillo, ni de políticos, pues consideramos que no procedía en un periódico de la naturaleza de “Mi Estrella” tratar asuntos políticos y menos en aquella época.”.
Mencionó la polémica provocada porque “mucha gente se atrevió a decir que la obra de Rubén Darío era un disparate porque no se ajustaba a los clásicos españoles”.
En el primer número de “Mi Estrella” aparece en portada una imagen de San Juan Bautista De la Salle y los titulares son: Loor al patrono de los maestros y maestras del mundo, Himno del Tricentenario, Niñez de un gran santo, Himno a San Juan Bautista De la Salle, San Juan Bautista de la Salle, El más insigne pedagogo de todos los tiempos.
El jefe de redacción era Alberto Carías Dominici. En la correspondencia estaban José R. Diez y Agustín Heredia P.
Tenía ocho páginas y contaba con publicidad. Se promovía La Artística, ferretería de la avenida Mella; Cartonera Hernández- Hued, en la Isabel la Católica; Manuel Corripio, almacenista-importador, en la Emilio Prud-Homme 10; La Linda, tienda de calzados en la avenida Mella.
Invitaba a comulgar los nueve primeros viernes del mes, a honrar a San Juan Bautista De la Salle, No faltar a misa el domingo, Rechazar las excusas y cumplir.
José Corripio Estrada era autor de gran parte de los trabajos, en ese número colaboraron, además, Alberto Noboa, Glauco Castellanos, Juan Cohén, Aquiles Polanco, Octavio A. Beras Goico, José Ramón Diez, Marino E. Cáceres T.
Solo salieron cinco números.
Dos bachilleratos. José Luis nació en Arroes, Villaviciosa, Asturias, España, el 12 de marzo de 1934. En 1937 vino junto a Sara, su madre, a unirse a don Manuel que ya se encontraba en Santo Domingo a causa de la Guerra Civil Española. Se había instalado en la avenida Mella esquina Santomé con un negocio de provisiones.
En edad preescolar lo inscribieron el colegio Quisqueya, de la 19 de Marzo casi esquina Mercedes. Posteriormente pasó a la Salle donde cursó simultáneamente dos bachilleratos, Filosofía y Letras y Matemáticas. “Me gustaba filosofía, pero reconocía que mi futuro eran las matemáticas que se avenían mejor a mi actividad posterior en la vida, con relación a los negocios”, explicó.
Estudió, además, en la Escuela de Peritos Contadores y cursó tres años de Derecho en la Universidad de Santo Domingo, que debió interrumpir por el trabajo. Tuvo como catedráticos a Leoncio Ramos, Hipólito Herrera Billini, Rafael F. Bonnelly, Oscar Robles Toledano, Froilán Tavárez, Carlos Sánchez y Sánchez, Manuel María Guerrero (Pupo), Manuel Arturo Peña Batlle, Joaquín Balaguer… “Me sirvió de mucho, aprendí a entender el Derecho como fuente de prevención de conflictos, conociendo los detalles y procedimientos de esa profesión. Ayuda sobremanera en el mundo de los negocios…”.
En dos viajes a España conoció a la que es su esposa, Ana María Alonso, con quien casó el 16 de agosto de 1963. Es la madre de Manuel, José Alfredo, Lucía y Ana.
“Debo reconocer el papel excepcional de Ana María en el mantenimiento de la educación y transmisión de valores a la familia, a nuestros hijos y sucesores, tanto por su formación como por su carácter”, manifestó.
– ¿No fue mimado por ser hijo único?
“El hecho de serlo no fue un acto de tener permisividades, sino lo contrario. Como se trataba de hijo único, no admitían que fuera un fracaso por falta de entrenamiento para enfrentar adversidades”. No pude haber tenido mejores educadores que mis padres.