Mientras el cierre de la frontera entre República Dominicana y Haití ha unificado un pueblo que parecía disgregado y sin esperanzas, de este lado de la línea limítrofe, la decisión del gobierno dominicano ha dividido la opinión entre los que están a favor y en contra del bloqueo.
Por un lado, están los bloques nacionalistas, quienes entienden que fue correcta la decisión de cerrar las puertas al principal socio comercial, para garantizar la soberanía y seguridad de todos los dominicanos.
Este grupo une cada vez más voces, de sectores tanto oficialistas como de la oposición, quienes entienden que se debe presionar a Haití para la paralización del canal en la rivera del Masacre, aunque algunos discrepan en cuanto a la decisión de impedir el intercambio binacional.
Por otro, están los que consideran que esta es una decisión extremista, que ha dejado perdidas millonarias al Estado, por la ruptura comercial, producto del cierre de los mercados.
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Dentro de estos bloques se encuentra La organización de la izquierda marxista-leninista de la República Dominicana, que acusó al gobierno del presidente Luis Abinader de utilizar el tema con fines reeleccionista, sin importar, según denuncian, “la suerte de dominicanos y haitianos que viven del comercio de alimentos indispensables para sobrevivir en las condiciones más difíciles en los dos lados de la frontera”.
Partidos como La Fuerza del Pueblo (FP), o el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), han urgido al Ejecutivo reestablecer las relaciones comerciales y buscar otros mecanismos de control.
Sin embargo, tanto del lado haitiano como del dominicano, el tema ha sido politizado y no parece alcanzar un punto de inflexión, debido a que Haití no pretende paralizar la obra y la condición principal de República Dominicana es justamente ésta, para poder sentarse en la mesa del diálogo.
Tema de seguridad
Mientras esto ocurre, las bandas haitianas cobran cada vez más y más fuerzas, beneficiándose de un caos, que los mantiene implementando sus propias leyes anárquicas y controlando un país a la deriva.
Basados en esa premisa de garantizar el no ingreso de esas pandillas al país, el cierre de la frontera de manera temporal, hubiese suscitado un apoyo mayor, además de neutralizar a la oposición y enviar un mensaje diplomático a Haití, eso, a entender de expertos.
Actualmente, las zonas fronterizas de mayor influencia parecen muertas, con un intercambio comercial prácticamente inexistente, que ve como continúan cruzando cientos de haitianos hacia su territorio, sin poder comprar o comercializar sus productos y mercancías.
Crisis humanitaria
A este drama se le suma la crisis humanitaria que atraviesa la primera nación caribeña en independizarse, bajo el amparo de un gobierno “interino” que corre su segundo año, sin ningún logro que exhibir, más allá del agudizamiento de la crisis política y social, tras el asesinato de su presidente Jovenel Moise en julio del 2021.
Mientras tanto, los escenarios internacionales siguen siendo la plataforma para solicitar una intervención integral en Haití, la misma que no termina de llegar, pese a la disposición de algunos países. Al final, el Consejo de Seguridad de la ONU tendrá la posibilidad de aprobar una misión de ayuda para Haití, aunque con el derecho al veto, tanto de Rusia como China, esto podría poner en peligro su éxito.