El sector turístico dominicano, público y privado, no sabe realmente qué hacer con el gran competidor que tantos quebraderos de cabeza le está causando de un tiempo a esta parte: Airbnb. Ministerio de Turismo, asociaciones y grupos turísticos están enredados en la gran madeja dominada por el gigante del alquiler y de la que les va a costar mucho salir.
El pulso de Mitur, Asonahores y grupos turísticos a Airbnb va a durar por su complejidad. Aparentemente, sólo una sentencia judicial como la de Nueva York favorable al Ayuntamiento podría acabar con este merecumbe del que son activos protagonistas las instituciones y unos determinados grupos turísticos.
Es compleja y paradójica la situación porque algunos de los grupos turísticos que combaten a Airbnb están vendiendo a la vez plazas de avión a los turistas de la mega plataforma. Surrealismo puro: venden boletos y transportan a viajeros que no se van a alojar en los hoteles propiedad de esos grupos, sean estadounidenses, canadienses o españoles.
Y es surrealista el asunto porque las instituciones que dicen luchar para acabar con el privilegio de Airbnb están apoyando con subvenciones económicas a las aerolíneas que traen a los turistas no regularizados a República Dominicana, sean de Airbnb o de otras empresas similares. Alguna fórmula tendrán que buscar para acabar con esta tremenda contradicción.
Los turistas de Airbnb y sus afines son necesarios para el país, aunque su poder adquisitivo sea bajo. El Ministerio no los rechaza, ni siquiera lo hacen los hoteleros. Estos lo que quieren es que todos jueguen las mismas cartas, paguen los mismos impuestos; en definitiva, que haya una regularización para competir en igualdad.