El pasado 17 de febrero, una gran cantidad de personas nos reunimos en el Auditorio Mauricio Báez, con la finalidad de recordar a un mauriciano de siempre: Juan José Heredia Castillo (Corporancito).
Ya ha transcurrido un año de su dolorosa partida física y todavía seguimos tristes, pero más conformes y conscientes de que José Heredia Castillo estuvo a la altura de su deber en su paso por la tierra.P
El padre Wilson Rosario, con sus palabras sabias, nos hizo sentir y comprender todo el valor de las acciones positivas de José. Al iniciar la misa de recordación, había muchos rostros compungidos, sin embargo, en la misma medida que el padre Wilson hacía sus profundas reflexiones sobre la vida y el enigma de la muerte, nos condujo a un ambiente de conformidad.
José nos dejó cuando estaba más enamorado de la vida. Estaba consagrado en impulsar la educación de los niños, procurar la salud de ‘’sus viejitos’’ en Villa Juana y hacer del Liceo Mauricio Báez un modelo en la educación dominicana.
En su momento más sublime, en que se codeaba con lo más alto de la sociedad, debido a sus funciones públicas en la Cámara de Cuentas, José nunca dejó de venir a Villa Juana a jugar Dominó con sus amigos.
Corporancito tenía muchos planes para la ABADINA. Logró en poco tiempo elevar los niveles de credibilidad de esa entidad y algo increíble: en este ambiente deportivo, lleno de farsantes y simuladores, logró conformar un gran equipo que siguió sus enseñanzas e instrucciones.
‘’El deber de un hombre está allí donde es más útil’’ le decía el apóstol cubano José Martí a su madre Leonor. En la práctica, esa fue la respuesta de José a su hermano Leo Corporán, cuando éste le preguntó qué iba él hacer en ABADINA, si ya había sido un miembro importante de la Cámara Cuentas. Sencillamente, José quería ser útil y lo logró con un gran impacto.
Lo recordaremos por muchas cosas positivas, pero, sobre todo, por ser un mauriciano comprometido. Por sus famosos debates con su hermanito Leo Corporán, a quien siempre le reconoció su indiscutible liderazgo, pero el mayor consuelo ante su irreparable pérdida, es que dejó una familia hermosa, con hijos criados en valores y una pléyade de jóvenes a quienes enseñó el valor del respeto y la educación.
A un año de su partida, escuchamos testimonios de buenas acciones que nunca las dijo: por ejemplo, mi hermano mayor, José Ignacio Acosta, me escribió en Twitter: ‘’ Mañana es la misa de José, hay que asistir, él fue un hombre bueno y yo sé porque te lo digo’’. Ahí está dicho todo.
Por: Ramón Rodríguez
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